miércoles, 28 de diciembre de 2011

“El Poder Positivo del Amor” (1ra parte)

En el artículo anterior hablábamos del poder en la valentía. Hoy os invito a meditar en la porción bíblica que se encuentra en el Santo Evangelio según San Lucas, capítulo 15 y versos del 11 al 32. Se trata de la famosa parábola del padre que perdona a su hijo o, como también se le conoce, la parábola del Hijo Pródigo.

Jesús contó también esto: “Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: ´Padre, dame la parte de la herencia que me toca´. Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse el estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre!. Regresaré casa de mi padre, y le diré: ´Padre mío, he pecado contra Dios y contra tí; ya no merezco llamarme tu hijo, trátame como a uno de tus trabajadores´. Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: ´Padre mío, he pecado contra Dios y contra tí; ya no merezco llamarme tu hijo´. Pero el padre ordenó a sus criados: ´Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo, pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta!. Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado´. Y comenzaron a hacer fiesta.
Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de sus criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: ´Es que su hermano ha vuelto y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque llegó bueno y sano´. Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: ´Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo´.
El padre le contestó: ´Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero ahora es muy justo hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado´.”

El Nuevo Testamento usa tres palabras griegas para referirse al amor: eros (intimidad física), filos (amistad) y ágape (amor producido en nosotros por el Espíritu Santo). Nuestro Padre celestial nos ama con amor ágape, por eso sacrificó a Su Hijo Jesucristo para ponernos en una buena relación con Él.
Demostramos amor ágape cuando:
  • Respondemos con serenidad a las dificultades. Cuando el hijo pródigo exigió prematuramente su parte de la herencia, su padre no le respondió con enojo criticando a los hijos malagradecidos. Aunque la actitud del joven debió haberle causado dolor, el hombre guardó silencio y no utilizó la retaliación. Al mantenerse sereno, pudo pensar con más claridad y decidir amarlo.
  • Hacemos sacrificios sin quejarnos. Tranquilamente, y sin quejarse, el padre entregó la herencia como su hijo se lo pidió. Aunque él sabía que a su hijo le esperaba la ruina, dirigió sus esfuerzos a preservar su relación de padre e hijo. Al hacerlo, eligió el camino del amor,
  • Esperamos con paciencia. Por su gran amor, el padre dejó que su hijo se marchara y se mantuviera alejado. ¡Qué dolor tan grande debió haber sentido como padre!. Pero no perdió las esperanzas. Esperó que el joven reconociera que el pecado es engañoso. Sólo el poder del amor ágape hace posible la espera (1 Corintios 13, 4). La obra del Espíritu Santo en nosotros nos da el poder para mostrar dedicación abnegada al desarrollo de otra persona. De esa manera, nos convertimos en personas que responden con calma, sin quejarse y con paciencia. ¿Qué clase de emoción ofrece usted a los demás, humana o divina?

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